Frentes
de la emergencia cultural.
Julieta Grinspan –
Actriz. Profesora de teatro.
Vi a
todo el mundo alabando a dios y al usurero.
Y
escuché al hambre gritar: ¿dónde hay que pedir?
Y vi
unos dedos gordos señalando hacia el cielo.
Y
entonces dije: ¡vieron que hay algo allí!
Balada de consentimiento a este mundo. B.
Brecht.
La cultura está en
emergencia. Por sobre todas las cosas, podemos decir: es cierto.
La
cultura está en emergencia. La frase nos convoca a
desarmarla, analizarla para actuar o revisar nuestras acciones que surgen de
esta afirmación.
La
cultura está en emergencia. Los sectores vinculados
a la actividad artística cultural se encuentran en emergencia. Pues bien. La
emergencia es el llamado de atención. La necesidad de atender con urgencia el conflicto
de la cultura, de los sectores artísticos culturales que no son otra cosa que los
hombres y mujeres que trabajamos, a veces o casi siempre bajo múltiples tipos de contratación, o sin ninguna contratación, o que
hacemos alguna cosa porque nos gusta, qué tanto, y que, así y todo,
ponemos en circulación muchos de los bienes simbólicos de nuestra sociedad. El
amor al arte no tiene precio.
La comunidad
artística está en emergencia. Y no es una llamarada que proviene del Hades.
Tiene más que ver quizás, y con el perdón de la palabra, con la precarización
laboral. Precarización que enciende sí sus llamas en el contexto de la Pandemia,
sin embargo, ya existía mucho antes que ésta. Ya existían la precarización de
las diversas comunidades artísticas y su consecuente emergencia. Entiéndase emergencia como, por ejemplo, necesidad
de comer incluso todos los días, con el perdón de la palabra otra vez.
Si gustamos de
mirar la emergencia desde arriba (desde ya esto no es posible ni conveniente)
¿qué vemos? Quizás veríamos una matriz enorme de producción artística que
intenta sobrevivir, o reformularse, reinventarse, ¿interpelando lo más profundo
y arraigado de su quehacer? Si este momento es el acabose de las formas
anteriores, ¿quién armará esta matriz nuevamente?
Escuché el otro
día, que hay o habrá, o en eso estamos, un cambio de paradigma en la actividad
teatral. ¿Ya está hecho? El cambio de paradigma, de existir, ¿implica o trae
consigo la conciencia de revisar las relaciones en las que producimos la actividad
artística?
La emergencia de
los sectores artísticos culturales es también la urgencia por desmantelar
aquellas formas de producir que nos impulsan a caer una y mil veces en sacos
rotos. Es la emergencia la que viene a recordarnos que lenguajes, poéticas y
otras yerbas son expresión viva y concreta de la cultura dominante de nuestra
época, y que no hay verso bonito que nos excluya de esta situación.
Es doloroso
escindir a nuestra tarea un momentito del aura que se le atribuye. Es
trabajoso, da un trabajo enorme reconocer nuestra precarización. Pero como dice
el dicho: cuando la viste, la viste. Sería de una necedad enorme apelar al más
siniestro de los como sí. Como si nada pasara o hubiera pasado. Que
después, pronto o más tarde los melones van y se acomodan solos. Volveremos a
las salas, a los ensayos, produciremos como antes, y nos veremos rojos de tanta
adrenalina cuando delante nuestro esté ese público que tanto, tanto queremos.
El Estado volverá a financiar un poquito y gracias a nuestras producciones,
compartiremos felices las miguitas o los pesos con lxs amigxs artistas. Siempre
agradecidxs porque al fin de cuentas amamos el arte. Cada quién a su manera,
retomará su paso habitual. Anhelamos eso. ¿Anhelamos eso? No lo sé. Porque
cuando la viste, la viste. Si anhelamos la vuelta a lo anterior, (creo que esto
no es posible) impasibles, podríamos afirmar que la emergencia es potestad de
lxs los mismos de siempre, y constatar que algunxs otros a veces la rozan de
cerquita y les da un susto. Un susto tremendo. Y así, mirando para otro lado
creemos que los dueños de la emergencia (no los dueños de la expresión de la
emergencia) se aferran a ella como si tal cosa. Avaros.
Interrumpo un
minuto: es que un hombre me trajo en moto dos milanesas, mientras me llamaban
para que recite un cuento. De habilidades, este mundo está lleno.
Prosigo. Estaba
desarmando la emergencia cultural y temo haberme quedado en el camino. Quizás
hay algo que subyace en todo esto. Quizás ni la cultura, ni las artes ni la
emergencia pertenecen a un mundo aparte, solito, cerrado. Quizás sea este el
momento y no otro el de comenzar a desenmarañar el amplio, diverso, plural,
infinito mundo en el que se teje la producción artística. Mundo que tal vez sea
bastante similar a otros mundos. Una desgracia.
La tarea que nos
demanda el momento excepcional que estamos viviendo no excluye la poesía ni la
belleza (cualquiera sea), por el contrario, seguramente trae consigo nuevos
mundos imaginarios, palabras nuevas o inventadas, sonidos indescifrables,
imágenes que pueden construirse sobre un mundo más justo.
En el contexto de
pandemia, la cultura, que está en emergencia, ha puesto en relieve, creado, fortalecido
un sinfín organizaciones de la comunidad artística en donde trabajamos diariamente
con el fin de palear literalmente esta situación, de la que confiamos, pasará
más temprano que tarde. Cada vez es más cercana la idea de asumirnos
colectivamente como trabajadores y trabajadoras de las artes. El aliento es
mucho y como todo aliento precisa dirección. Me viene esta linda pregunta de B.
Brecht en su Elogio a la dialéctica, (que justo me digo), ¿cómo han
de contener al que ha tomado conciencia de su situación? Y yo me pregunto,
nosotrxs, ¿qué haremos?
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